viernes, 17 de septiembre de 2010

Argumentos desmontables

Está de moda hablar (mal) de la "fiesta nacional". Ahora que en Cataluña se ha prohibido este espectáculo, por motivos más políticos que racionales, muchos se han lanzado a criticar todo tipo de espectáculos taurinos.

Hace muchos años me gané un buen disgusto personal cuando publiqué, en una revista de mi pueblo, un artículo contra un salvaje espectáculo de vaquillas protagonizado por mis paisanos en aquel verano de finales de los 80. Algunos lo entendieron como crítica política y la tomaron contra mí. Lo cierto es que el espectáculo no volvió a repetirse en años sucesivos. Algo es algo.

Muchos dicen estar contra las fiestas de pueblo en las que se usan animales, pero a favor de las corridas de toros (o al menos, no en contra). Yo no tengo una posición radical al respecto, pero si analizamos el tema a fondo, tengo que llegar a la conclusión objetiva de que una corrida de toros es un espectáculo, como mínimo, no apto para gente sensible. Sigo sin entender que el arte consista en torturar a otros. Si hablamos de mantener tradiciones, como dice un amigo mío muy bruto, ¿por qué no rescatar la tradición romana de echar cristianos a los leones?

Este artículo aparecido un buen día en El Mundo me parece genial, y no puedo resistir la tentación de compartirlo con mi lector silencioso (pincha en el dibujo para ver la letra más grande).

Apertura de blog

Aunque llevo mucho tiempo como webmaster de diferentes portales de internet, llega un momento en que quiero decir alguna cosa que no tiene cabida específica en ninguno de ellos ni en mi blog personal, que está dedicado al ciclismo. Los pensamientos que uno tiene no necesariamente le importan a la gran masa, ni un periódico o revista encuentran interés en publicarlos... ni tengo paciencia para escribir una carta al director...

En este mundo moderno en que no se puede prescindir de la tecnología, vamos a usarla en nuestro propio provecho. He decidido utilizar esta estupenda herramienta que Google pone en mis manos y en mi imaginación para escribir lo que piense o lo que quiera en un momento determinado. Ni siquiera necesito saber que estás ahí, leyéndolo, porque me basta con hablar conmigo mismo para preservar mi propio equilibrio emocional.