jueves, 29 de diciembre de 2011

Odio el ajo

El título de esta entrada tiene un estilo contrario a todos los cánones; representa la negatividad más absoluta. No se debería hablar ni escribir en tono negativo, ni en general de las cosas que se "odian", porque esto sólo genera energía negativa, pero en este caso los pensamientos que vienen a mi cabeza son así... y he decidido liberarme de ellos, que para eso tengo este blog, para soltar lastre.

Como decía, no hay cosa más insoportable en el mundo -para mí- que el ajo. Por no gustarme, no quiero poner ni fotos en esta entrada. No me gusta su olor, ni su sabor, ni su textura, no hay nada más repulsivo que subir al autobús o al metro por la mañana coincidiendo con una persona que ha comido ajo y te echa ese aliento nauseabundo. O que te pidas un entrecotte en el restaurante, y cuando estás haciéndote ilusiones, te planten la carne con un buen montón de ajo por encima. Ante la duda, cuando pido comida al camarero, suelo preguntar si lleva ajo, para no llevarme sorpresas desagradables. Me estoy volviendo cada vez más maniático. ¿Tendré alliumfobia?

Al menos no llego al extremo de Frank Sinatra, cuyo odio por el ajo era tan visceral que entraba a la cocina de cada restaurante italiano que visitaba y comenzaba a hacer la salsa por sí mismo para asegurarse de que no contenía ajo.

Añadirle ajo a un buen trozo de carne o pescado es enmascarar su sabor. Quizá tuvo un sentido cuando los pescados no eran frescos, o para cocinar determinadas carnes demasiado fuertes, como la de choto (cabra), aunque a mí no me gusta ni en esos casos, pero aliñar con ajo una carne o pescado de buena calidad es un atentado gastronómico imperdonable.

¿Quién prefiere comerse esto...



...a esto otro?



No voy a negar, porque no tengo datos científicos que digan lo contrario, las supuestas bondades de este producto vegetal. Siempre se ha dicho que tiene propiedades en la prevención de enfermedades, que tiene alto contenido en diversos minerales, vitaminas, antioxidantes... que mejora la circulación de la sangre, que normaliza la hipertensión, evita la arterioesclerosis, además de tener efectos antibacterianos, expectorantes, germicidas, sedantes... incluso algunos hablan de que previene el cáncer... vamos, poco menos que la panacea universal. Pero si hay algo más importante que los datos objetivos, son los subjetivos, las emociones y las sensaciones que cada uno tiene. Y yo no lo soporto. Lo siento.

martes, 27 de diciembre de 2011

Corofobia, inexplicable pero inevitable.


Corofobia (en inglés, “chorophobia”), una palabra que no había escuchado nunca. Un día me topé con ella en alguna página web y empecé a reflexionar.

Las fobias son miedos irracionales, desproporcionados e insuperables a ciertas cosas. Algunas son más conocidas por la gente, como la típica claustrofobia, la agorafobia o la manoseada xenofobia (aunque esta denota más “odio” que “miedo”).


”Una fobia (palabra derivada de Fobos (en griego antiguo Φόϐος, ‘pánico’, que era la personificación del miedo en la mitología griega, hijo de Ares y Afrodita) es un trastorno de salud emocional que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas como, por ejemplo, a los insectos (entomofobia) o a los lugares cerrados (claustrofobia). Sin embargo, no es sencillamente un miedo, pues guardan grandes diferencias. También se suele catalogar como fobia un sentimiento de odio o rechazo hacia algo que, si bien no es un trastorno de salud emocional, sí genera muchos problemas emocionales, sociales y políticos (véase xenofobia, es decir, el odio a los extranjeros o extraños). Un estudio en EE.UU. por el National Institute of Mental Health (NIMH) halló que entre el 8,7% y el 18,1% de los estadounidenses sufren de fobias. Discriminando edad y género, se encontró que las fobias son la más común enfermedad mental entre mujeres en todos los grupos etarios y la segunda más común psicopatía en hombres mayores de 25.


La mayoría de las personas que tienen fobias entienden que están sufriendo de un miedo irracional o desproporcionado, aunque este reconocimiento no impide que sigan manifestando esa intensa reacción emocional ante el estímulo fóbico.”



Desde muy pequeño he sentido una ansiedad indescriptible en determinadas situaciones en las que me veía expuesto al público. La más grave de todas, o eso me parecía en aquel tiempo, era la de hacer deporte, y más concretamente, jugar al fútbol. Hasta los 12 años de edad no era capaz de dar una patada al balón. Me invadía un sentimiento de vergüenza que no podía superar. Esto me supuso problemas de integración, pero afortunadamente no fui excluido porque, en contrapartida, era muy brillante en los estudios, lo que me hacía disfrutar de respeto y un cierto liderazgo entre mis compañeros, aunque algunos de ellos no eran completamente desinteresados. Mis habilidades sociales dejaban bastante que desear, me costaba entablar relaciones con la gente y en general daba la imagen de persona poco sociable, aunque en el entorno más cercano, con mis amigos, era un niño imaginativo y muy activo.

En mi adolescencia fui superando el miedo al deporte, poco a poco, sin ningún tipo de terapia. Aprendí a superar otros miedos más comunes, como el hecho de hablar en público, gracias a mi afición al teatro, en el que fui introducido por una buena profesora de Lengua. Sin duda, esto me ayudó a integrarme más con mis compañeros y con la gente en general. Sin embargo, empecé a sufrir las consecuencias más serias de mi fobia social en otro tipo de situaciones, sobre todo en las fiestas, bailes y discotecas. La sola idea de verme en medio de una pista de baile bajo haces de luces de colores y música a todo volumen me producía un pánico irrefrenable.

No sentía ningún interés por la música del momento y tenía una aversión especial a la música disco, que se puso de moda en los 80. Algunos amigos míos, cuando la adolescencia dio paso a la juventud, fueron empezando a salir con pandillas en las que la diversión habitual consistía en ir al “disco-pub” a bailar. Poco a poco me fui quedando aislado.

Mi fobia me condicionó toda la etapa universitaria, en la cual fui simplemente considerado un “soso”. Cubrí mis carencias explotando otras cualidades. Mis amigos sabían que podían contar conmigo para algunas cosas, pero no para ir “de marcha”.

Este texto encontrado en internet lo describe muy bien:

The problem of Chorophobia arises when you are in a frightening real event and you are asked to dance. You feel surrounded by a group of nerds and you are the only ignorant amidst them. A strict breeding can make individual to think that it is inappropriate or sinful to dance. However you are aroused, excited and ecstatic in the event but can’t step forward thinking – “Well duh, if I could dance like that, I wouldn’t be scared at all.”



No he encontrado mucha información ni muchos testimonios de personas que hayan sufrido este mismo problema, pero sí hay un curioso test en internet, donde se puede baremar el grado de afección que sufre una persona. Está en este enlace: http://www.changethatsrightnow.com/chorophobia/online-test/

Desde luego, una fobia es una enfermedad mental, y como tal, condiciona aspectos cruciales de la vida. Seguramente he perdido oportunidades irrepetibles para haber conseguido ciertos logros si mi habilidad social hubiera sido mayor, pero ahora, con más de cuarenta años de edad, ya no siento la presión del pasado en este tipo de situaciones. Simplemente, las evito.

Sé que para superar las enfermedades mentales es necesario contar con ayuda externa, pero sé también que lo más importante es la ayuda “interna”, o la energía que uno dedique a trabajar por sí mismo para ello. Sé que una patología mental no desaparece si uno no quiere, y lo que tengo claro es que en estos momentos no quiero superarla. No siento esa necesidad, así que si no voy a poner de mi parte, mejor ni lo intento.

No es que me sienta muy cómodo, pero no necesito participar del paroxismo colectivo en las fiestas, saltando y poniendo cara de estar contento, cuando mis emociones simplemente se pueden manifestar de una forma mucho más tranquila. La música me gusta, pero no siento ninguna necesidad de moverme cuando la escucho. Antes, la sola cercanía de las fiestas del pueblo o de la Nochevieja, me hacía ponerme nervioso y de mal humor. Ahora, simplemente evito participar en la fiesta y no doy explicaciones a nadie.

La verdad es que me hubiera gustado poder compartir mis sentimientos con alguien que estuviera en la misma situación, pero nunca conocí a nadie que sufriera el mismo grado de bloqueo que yo. Aunque no he superado ni creo que pueda superar esta rara patología, ahora, al menos, soy capaz de hablar de ello.

martes, 6 de diciembre de 2011

Cuatro sencillos consejos en dirección a la felicidad

Con frecuencia visitamos lugares comunes sobre las dificultades que tenemos los padres para educar a nuestros hijos, comparaciones entre generaciones pasadas y presentes, discusiones sobre valores e ideas que se deben o que no se deben inculcar, teorías y contrateorías sobre cómo afrontar los conflictos que nos plantean, desde bebés hasta adolescentes.

En mi intensa experiencia como padre de familia numerosa, todos los días cometo errores "de libro". Lo fácil en la vida es equivocarse. Pero también tengo algunas cosas claras y procuro ser coherente. Con frecuencia les repito a mis hijas algunos consejos que aplico a multitud de situaciones. Hoy reflexiono sobre ellos y me apetece reflejarlos aquí, más que nada para recordármelos a mí mismo cuando los pueda necesitar.

1)  No culpes a los demás de las cosas que te pasan a ti.





2)  No esperes que otros hagan por ti lo que puedes hacer tú mismo.




3)  No te lamentes por las cosas que no puedes cambiar.



4)  No te obsesiones por la meta, disfruta del viaje en sí mismo y en cada momento.



Estos cuatro consejos se pueden resumir en una actitud que mis hijas no son capaces de entender todavía, pero que espero saber inculcarles poco a poco, y espero saber aplicarme yo mismo en las diferentes situaciones en que me encuentre: dejarse de lamentos y de excusas para justificar la pasividad, y actuar ya, cuanto antes, sin esperar al mañana y sin depositar nuestras esperanzas en algo externo a nosotros. Hay que saber adaptarse al cambio y aprender a disfrutar de cada situación, aunque sea negativa, aprovechando el aprendizaje que nos ofrece. Somos nosotros los que podemos conseguir que las cosas cambien, y es nuestra responsabilidad hacerlo.

Y hay que empezar ya, porque mañana será tarde.



lunes, 18 de abril de 2011

Tormentas solares... ¿milenarismo o ciencia?

El año pasado salieron algunos artículos en la prensa hablando de los riesgos de las tormentas solares para la supervivencia de la humanidad en la tierra. Se pueden ver algunos en estos enlaces:



Últimamente se están produciendo más informaciones relacionadas con lo anterior. En particular me parece muy interesante el siguiente enlace, y a continuación lo transcribo en su integridad:

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El desatendido riesgo nuclear para España derivado de la temida tormenta solar de 2011-2013

| Actualizado 14 Abril 2011 - 11:35 h.
(Imagen de uno de los documentos oficiales del Gobierno americano de 2006 sobre los 12 incidentes nucleares asociados a la tormenta solar de Québec de 1989).

Distintas instituciones y expertos internacionales nos han venido avisando. El pasado mes de marzo el asesor científico del Presidente Barack Obama y el asesor científico del Primer Ministro británico David Cameron firmaban un artículo conjunto, "Celestial Storm Warnings", en el mismísimo New York Times alertando a la comunidad mundial.

A inicios de este mismo año la aseguradora británica LLOYDs, el mastodonte mundial de la aseguración, lo destacaba como uno de los tres grandes riesgos emergentes para 2011: "Future risks take shape in 2011".
Está considerado como uno de los tres grandes riesgos emergentes de 2011La OCDE publicaba después otro detallado informe calificándolo como un nuevo riesgo global que debía ser encarado con decisión por los distintos Gobiernos del mundo.

Antes ya lo había dicho la NASA y la Academia de Ciencias Americana en su conocido informe de finales de 2008 que saltó a la luz pública.

Incluso según parece en febrero de 2009 se realizó un primer simulacro atlántico conjunto NASA-Comisión Europea, de tormenta solar severa. Su resultado: el clamoroso fallo de todo intento conjunto de gestionar la situación y un apagón tecnológico a gran escala al menos en Norte América y Europa. Pero tampoco nos enteramos de eso en su momento, como de todo lo anterior, puesto que el Gobierno de España no estuvo representado en este simulacro a diferencia de otros Estados europeos.

Y ahora parece que, por fin, también en España se han puesto manos a la obra, pero, como siempre, con varios años de retraso respecto de americanos, alemanes o británicos.

Y así fue como tuvieron lugar las recientes jornadas sobre clima espacial en Madrid hace tan sólo unos días.
Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para el aparato gubernamental…

ALGO ESTÁ PASANDO CON EL SOL
Algo está pasando con el sol; algo que en realidad entra completamente dentro de la más pura normalidad de su dinámica, pero que, en este momento de nuestra historia, y ante nuestra extraordinaria dependencia tecnológica actual, tan vulnerable a este tipo de eventos solares, se sabe que va a acabar ocurriendo antes o después. "This is not a matter of if, it's simply a matter of when and how big," Lubchenco said.

El sol va a seguir teniendo sus ciclos y llamaradas, como ha hecho siempre, y el problema, en realidad, es enteramente nuestro que somos los que no tenemos hoy precisamente la tecnología que hemos tenido siempre en nuestras anteriores sociedades.
Una tecnología que, por ejemplo, nada tiene que ver con la que teníamos cuando se produjo la última grandísima tormenta solar en 1859 (el denominado evento Carrington) y otras menores posteriores manifestadas en auroras boreales en bajas latitudes como la que pudieron apreciar las cuantiosas tropas atrincheradas en los campos de combate de Fredericksburg, Virginia, en diciembre de 1862, mientras las tropas del General Lee infligían la primera durísima derrota al nuevo ejército levantado por Lincoln en su intento de invadir el Sur.
Hoy en día, en cambio, las posibles repercusiones de producirse un tal evento, o alguna de sus versiones menores serían de muchísima más gravedad y en cascada: cortes masivos de agua potable en las ciudades, fallo de sistemas de transporte y combustible, de calefacción, de sistemas hospitalarios, fallo de los servicios de seguridad pública y emergencia, de salud, fallas de seguridad de las prisiones del país y previsibles fugas masivas como sucedió recientemente en otras catástrofes como Haití y un largo etc, más.

La tormenta solar de Québec de 1989 provocó un gran apagón que dejó a más de 6 millones de personas sin electricidad en pleno invierno canadiense durante más de 9 horasUna cuestión de supervivencia misma de las “naciones” seculares, y de la capacidad de éstas para sostener la vida de su población, como sería duramente señalado por el Electric Infrastructure Security Council (EIS Council organización internacional de referencia en esta materia, impulsada por Reino Unido-EEUU) en su primer encuentro anual celebrado en el Parlamento Británico.

Aunque lo peor ni siquiera sería eso, con no ser poco.

Lo más preocupante nos lo muestra, sin duda, la más reciente tormenta solar de Québec de 1989, con su gran apagón que dejó a más de 6 millones de personas sin electricidad en pleno invierno canadiense durante más de 9 horas y originando así una auténtica emergencia nacional; pero me refiero en especial a la afectación de hasta 12 centrales nucleares distintas y una Central Térmica en el norte de los EEUU, tal y como fue documentado por encargo expreso del Presidente Bush.

Por eso los americanos llevan preparándose desde entonces y han puesto en marcha distintas normas, tal como suena, que específicamente abordan distintas medidas de prevención en caso de “geomagnetic storm”, incluida una reciente nueva ley en tramitación – antes de Fukushima –, la 'SHIELD Act', para dotar de adicionales medidas de protección a esas Centrales Nucleares americanas ante tales peligrosos efectos documentados del riesgo de tormenta solar.

Y han puesto en marcha distintos protocolos que cuentan, entre sus primeros y prioritarios pasos, con la protección de sus centrales nucleares. Porque la preocupación de los americanos es que entre 2011-2012 se produzca otra tormenta solar más grande que la de Québec que podría suponer un colapso eléctrico y tecnológico mucho mayor en Europa y Norteamérica y una más amplia afectación de las centrales nucleares de sus transformadores, sistemas de control y refrigeración.

¿Tendrá al menos el Gobierno de España alguna medida de protección específica para garantizar la seguridad de nuestros ocho reactores nucleares españoles al igual que, indistíntamente de su color político, comenzó a hacer Bush y ha continuado haciendo Obama?
¿Existe algún grupo de trabajo en el seno de los partidos socialista, popular, o izquierda unida en España, donde se estudie esta cuestión crítica, como sí que sucede, en cambio, con los propios partidos demócrata y republicano en los EEUU que la consideran como de seguridad nacional?

¿Tendrá al menos el Gobierno de España alguna medida de protección específica para garantizar la seguridad de nuestros ocho reactores nucleares?Y estando como estamos – ya en periodo de riesgo de tales tormentas del “clima espacial” desde la pasada tormenta de San Valentín de febrero de 2011, que tanto asustó a la comunidad internacional y cuyo pico de riesgo se prevé para los próximos meses – ¿no debería rendir cuentas, y responsabilidades, algún alto cargo del Gobierno o Protección Civil ante el Parlamento de la Nación que nos explique por que España ha estado por completo off con varios años de retraso en toda esta cuestión?

Me refiero a algún tipo de comparecencia pública ante el Parlamento y los medios exactamente igual a la realizada por el Ministro de Defensa Británico, o el Ministro del Seguridad de aquel país ante este mismo tema: "Solar flares could paralyse Britain's power and communications, Liam Fox says"; y "Security minister Baroness Neville-Jones said there must be some risk".

O exactamente igual que también ha comparecido el Jefe del recién creado “Consejo Científico Asesor para Emergencias” del Gobierno Británico: "Britain must improve emergency planning for a solar storm, or face space weather bringing the country to a standstill, the UK government's chief scientist has warned".
¿Nadie tiene responsabilidad alguna que asumir por el completo atraso y desprotección de nuestra nación ante este grave riesgo para nuestra seguridad colectiva?

Por muchísimo menos que eso, y sin poner en peligro concreto a nadie, han dimitido ministros en Reino Unido y Alemania en casos recientes bien conocidos, no digamos ya Directoras Generales de Protección Civil que, al parecer, no atienden debidamente las responsabilidades de su trabajo ante estos temas y dan el plantón por respuesta a la participación en simulacros internacionales conjuntos organizados por la mismísima NASA-Comisión Europea…

Si los eventos solares de San Valentín de hace unas semanas no hubiesen evolucionado tan afortunadamente nos podíamos haber encontrado con uno o varios Fukushima. sDe modo que, irresponsablemente desprotegidos como estamos, aunque muy poca gente bien informada lo sepa en este país, si los eventos solares de San Valentín de hace unas semanas no hubiesen evolucionado tan afortunadamente para nosotros como lo hicieron finalmente, mucho me temo que en vez de apagones de radio en buena parte de China y Corea, nos podíamos haber encontrado con uno o varios Fukushimas pero mucho más de cerca de lo que nos hubiese podido gustar. Y a lo mejor eran los japonenses los que tenían que estar hablando ahora de su “Garoña japonesa” y no al revés.

Y si digo que incluso Fukushima se nos quedaría pequeño respecto de lo que podría pasar en caso de un “evento carrington” solar, es porque en Fukushima, como en Chernóbil, la fuga está siendo la mínima posible, dentro de la gravedad de la situación, y durante el mínimo tiempo posible.

Y ello es así sólo porque cientos de auténticos “liquidadores-samurais” de una valentía y altruismo que cortan la respiración – completamente pisoteados y olvidados después por sus autoridades, por el conjunto de Europa, en el caso Ucraniano – están sacrificando su vida para que así pueda ser, y ello contando con todos los medios técnicos y suministros del Estado, corriente eléctrica, enormes bombas de agua, grúas, helicópteros, etc, etc, etc. Y yo no quiero, de ninguna manera, que ninguno de nuestros bomberos ni personal de emergencia tenga que optar por inmolarse como un samurai y sacrificar su vida pagando los platos rotos de otro para proteger a la población en una situación extrema, quiero que la Directora de Protección Civil y el Gobierno que la ha nombrado, hagan su trabajo ahora, y nos pongamos al día de todos los preparativos que en tantos otros lugares se están desarrollando.

Aunque de hecho, de producirse todo esto, no funcionaría ni el teléfono para intentar llamar a ningún valiente samurai-liquidador ¿cómo se les llamaría, como se les movilizaría siquiera, con qué medios modernos combatirían la situación mientras transcurriesen las semanas, o meses, necesarios para recuperar una mínima capacidad tecnológica?.

En ausencia de las previsiones adecuadas les tendrían que llamar a voz en grito o con tam tanes desde las dependencias del Ministerio del Interior en Madrid, en una situación de completo colapso operativo.
Y de esa misma manera les tendrían que coordinar a nivel nacional; o improvisar medios de refrigeración sin electricidad, y dada la probable afectación de los grupos electrógenos de emergencia no protegidos, bombear el agua, el hormigón, o lo que hiciera falta a cubos… Lo digo porque esto último del fallo general de los sistemas antiincendios al parecer lo llegaría a apuntar la propia OCDE en uno de los informes mostrados en las aludidas jornadas pero que tampoco han sido facilitados ni hechos públicos todavía, ¿cuándo se hará para que la opinión pública los pueda conocer y conozca la dimensión de todo lo desatendido hasta ahora?
Pero, sobre todo ¿cuánto tiempo podrían estar expulsando contaminación radiactiva de forma continua a nuestra atmósfera todas esas centrales nucleares accidentadas en las que no fuese posible coordinar acciones eficaces de suficiente envergadura por ausencia de medios? ¿cuánto tiempo puede tardar en agotarse por si misma esa fuente de irradiación permanente?

Una terrible respuesta, orientativa, nos la da Fukushima y los varios miles de barras de combustible existentes en la planta (al menos 10.000 se señaló en estos días) y que va a hacer que se tarde varios meses, a pesar de los intensos trabajos, en controlar la situación
¿Podrían quedar abandonadas así mismas, fuera de control durante meses y meses, nuestras centrales nucleares españolas o Europeas?

Nuestra única capacidad de respuesta ante todo este riesgo es la prevención¿Podrían quedar amplias zonas de un país entero, España, de un continente entero, Europa, expuestas a meses y meses de contaminación radiológica ininterrumpida, tan completamente inhabitable como ha quedado, por los siglos de los siglos, toda la ciudad y alrededores de Chernóbil? ¿hace falta que recordar, con Fukushima todavía humeante, que el cesio-137 tiene un periodo de semidesintegración de unos 30 años, el plutonio-239 tiene un periodo de semidesintegración de 24.000 años más y el uranio 238 y el 235 de millones de años?
Y no se trata, en principio, de una cuestión de dinero, los americanos están destinando del orden de 250.000 dólares para la protección de cada central nuclear ante el riesgo de tormenta solar.

No, no lo es.

Es, ante todo, una cuestión de responsabilidad, o de irresponsabilidad, infinita, según se mire.
Y es también cuestión de preguntarnos por la verdadera capacidad de quien está al frente de la Dirección General de Protección Civil de España; cuestión de que se informe al país sobre los trabajos que se están desarrollando, que se activen planes de emergencia para caso de tormenta solar, cuestión de si se ha facilitado información fiable y concreta a las distintas agrupaciones de Protección Civil por todo el país y todas las instancias e instituciones.

Un sonoro “no” parece ser la respuesta hasta el momento para todas estas cuestiones, ¿hasta cuando?, ¿hasta que esté apunto de producirse la tormenta solar y se diga entonces que era un riesgo inédito hasta ahora que nadie se podía esperar?. No es verdad.

Y las centrales nucleares será lo más urgente y lo primero en esos planes, sí, pero, a partir de ellas, el complejo abanico de intervenciones gubernamentales necesarias parece muy alejado de cual está siendo la concreta idea, ni interés, de nada de lo relacionado con toda esta grave cuestión.

Porque nuestra única verdadera capacidad de respuesta ante todo este riesgo es la que tenemos ahora en nuestras manos y es la prevención.

Y eso es lo que no se está haciendo en nuestro país ahora que podemos. No se ha estado haciendo nada de lo que teníamos que llevar haciendo ya varios años al igual que otros países europeos-EEUU, y ello mientras se mantiene a nuestra entera población por completo ajena a todo ello, ¿cómo es posible?.
(Nuevamente el documento del EIS Council presentado ante el Parlamento Británico)


martes, 12 de abril de 2011

¿Por qué tantas prisas?


Me pregunto qué le pasa a la sociedad actual y por qué vamos siempre con tantas prisas en cuanto nos subimos a un coche. Ultimamente tengo que conducir más veces de las que me gustaría, y lo veo continuamente. Da igual el lugar y la hora, siempre veo gente que intenta colarse antes que tú en el siguiente semáforo, aunque tenga que cambiarse de carril y obligarte a frenar de manera forzada, o que considera que su velocidad es insuficiente y se ponen a tu espalda, presionando para que "te apartes" de su camino, como si sólo ellos tuvieran derecho a utilizar la vía.

El problema me parece de muy difícil diagnóstico. Estoy seguro de que la mayoría de ellos, si coinciden a la puerta de una carnicería con una señora mayor, no intentan colarse entre la puerta y la señora para situarse antes que ella en la cola, sino que le ceden el paso por educación. Eso es lo que yo esperaría, y lo que vemos normal en una sociedad civilizada. La educación es un valor que, creo, todos entendemos y utilizamos cuando nos comportamos como peatones, como personas normales que forman parte de la sociedad.

Pero cuando las "personas normales" se revisten de acero en forma de vehículos, todo cambia. No sé si es "alonsitis" o simplemente una manera de desahogarse, pero lo cierto es que la mayoría sienten la erótica del acelerador y se convierten en máquinas de correr, adelantar por cualquier lado y hacer todo lo posible para apurar siempre un poco más. Un caso extremo es el de los que, sabiendo que hay una larga fila de coches que pretenden tomar una salida de la vía, siguen adelantando para aprovechar el menor descuido y ponerse en la fila por delante de todo el mundo. El caso es que el exceso de velocidad o de caradura no están mal vistos en la sociedad, y el intentar colarse a los demás (cuando se conduce) es una forma de comportamiento perfectamente aceptada en general.

Yo soy incapaz de separar mi comportamiento como peatón del comportamiento como conductor. Esto me lleva a vivir situaciones extrañas cuando permito a otro vehículo incorporarse por delante de mí, o me pongo a conducir tranquilamente por el carril que me corresponde, sin sentir la necesidad de ponerme delante del vehículo que comparte carril, aunque sea de menor "nivel" que el mío. No tengo prisa, y por eso no me cuesta nada limitar mi velocidad a 60 o a 50 cuando así lo indica una señal, por la proximidad de un colegio, o por alguna otra razón, aunque por lo general siento la presión de otros, empujando por detrás. Creo sinceramente que en un trayecto normal de mañanas, para ir a trabajar, muy poco se puede ganar por ir incumpliendo la velocidad o por ciertos comportamientos insolidarios. Puede que algunos se vean obligados a asumir ciertos riesgos en alguna ocasión, pero para la mayoría descarto que el verdadero motivo sea la prisa por entrar a trabajar. Creo que se trata simplemente de un tema cultural. En este país no somos capaces de tener paciencia, y mucho menos empatía con los demás. En primer lugar estamos nosotros mismos, hacemos lo que nos interesa y jamás pensamos en las consecuencias para "el otro".

Es una pena, pero no veo ninguna solución conciliadora. Por desgracia la única forma de que la gente se comporte con civismo pasa por el castigo en forma de multa, pérdida de puntos o alguna otra forma de sanción. Pero ni siquiera las autoridades creen en sí mismas, ya que colocan a veces límites de velocidad absurdos, tanto que ni siquiera se ponen a vigilarlos. El problema de esto es que la gente se acomoda y sigue saltándose todas las normas, con el argumento de que algunas son absurdas. Un círculo vicioso difícil de romper.