martes, 12 de abril de 2011

¿Por qué tantas prisas?


Me pregunto qué le pasa a la sociedad actual y por qué vamos siempre con tantas prisas en cuanto nos subimos a un coche. Ultimamente tengo que conducir más veces de las que me gustaría, y lo veo continuamente. Da igual el lugar y la hora, siempre veo gente que intenta colarse antes que tú en el siguiente semáforo, aunque tenga que cambiarse de carril y obligarte a frenar de manera forzada, o que considera que su velocidad es insuficiente y se ponen a tu espalda, presionando para que "te apartes" de su camino, como si sólo ellos tuvieran derecho a utilizar la vía.

El problema me parece de muy difícil diagnóstico. Estoy seguro de que la mayoría de ellos, si coinciden a la puerta de una carnicería con una señora mayor, no intentan colarse entre la puerta y la señora para situarse antes que ella en la cola, sino que le ceden el paso por educación. Eso es lo que yo esperaría, y lo que vemos normal en una sociedad civilizada. La educación es un valor que, creo, todos entendemos y utilizamos cuando nos comportamos como peatones, como personas normales que forman parte de la sociedad.

Pero cuando las "personas normales" se revisten de acero en forma de vehículos, todo cambia. No sé si es "alonsitis" o simplemente una manera de desahogarse, pero lo cierto es que la mayoría sienten la erótica del acelerador y se convierten en máquinas de correr, adelantar por cualquier lado y hacer todo lo posible para apurar siempre un poco más. Un caso extremo es el de los que, sabiendo que hay una larga fila de coches que pretenden tomar una salida de la vía, siguen adelantando para aprovechar el menor descuido y ponerse en la fila por delante de todo el mundo. El caso es que el exceso de velocidad o de caradura no están mal vistos en la sociedad, y el intentar colarse a los demás (cuando se conduce) es una forma de comportamiento perfectamente aceptada en general.

Yo soy incapaz de separar mi comportamiento como peatón del comportamiento como conductor. Esto me lleva a vivir situaciones extrañas cuando permito a otro vehículo incorporarse por delante de mí, o me pongo a conducir tranquilamente por el carril que me corresponde, sin sentir la necesidad de ponerme delante del vehículo que comparte carril, aunque sea de menor "nivel" que el mío. No tengo prisa, y por eso no me cuesta nada limitar mi velocidad a 60 o a 50 cuando así lo indica una señal, por la proximidad de un colegio, o por alguna otra razón, aunque por lo general siento la presión de otros, empujando por detrás. Creo sinceramente que en un trayecto normal de mañanas, para ir a trabajar, muy poco se puede ganar por ir incumpliendo la velocidad o por ciertos comportamientos insolidarios. Puede que algunos se vean obligados a asumir ciertos riesgos en alguna ocasión, pero para la mayoría descarto que el verdadero motivo sea la prisa por entrar a trabajar. Creo que se trata simplemente de un tema cultural. En este país no somos capaces de tener paciencia, y mucho menos empatía con los demás. En primer lugar estamos nosotros mismos, hacemos lo que nos interesa y jamás pensamos en las consecuencias para "el otro".

Es una pena, pero no veo ninguna solución conciliadora. Por desgracia la única forma de que la gente se comporte con civismo pasa por el castigo en forma de multa, pérdida de puntos o alguna otra forma de sanción. Pero ni siquiera las autoridades creen en sí mismas, ya que colocan a veces límites de velocidad absurdos, tanto que ni siquiera se ponen a vigilarlos. El problema de esto es que la gente se acomoda y sigue saltándose todas las normas, con el argumento de que algunas son absurdas. Un círculo vicioso difícil de romper.







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